Tuesday, August 31, 2010

The Wilderness Downtown

We used to waste hours just walking around

We used to wait
[...] Now our lives are changing fast
Hope that something pure can last.
A.F.


Si tuvieras la oportunidad de mandarle una carta a quien fuiste en tu niñez, ¿qué le dirías?

Tom Breihan, en el sitio de nuevas tendencias y noticias musicales, Pitchfork, dice que hay un extraño impulso de nostalgia conflictuada para quienes vivimos lejos del lugar en el que crecimos: las constantes visitas virtuales al Google Earth. Previo a leer esto, pensaba que el mío era un vicio oscuro que jamás revelaría, mismo que tenía que ver con mi apostura del cambio geográfico (con el que me siento bastante satisfecha), mi relación con Google Earth y una necesidad de viajar entre imágenes predeterminadas por la simple sensación de recorrer los espacios de mi niñez sin tener que hacer un viaje de 2,200 kilómetros. He realizado estas visitas cuando en las noches no tengo nada que hacer, o cuando escribo y quiero tener un refresh de mi memoria o sencillamente porque a veces necesito recordar a la señora que aún vende tostadas afuera de mi antigua secundaria (señora que siempre se encuentra congelada, sirviendo salsa en una eterna tostada).


Esta tecnoañoranza, que de inicio pareciera bastante retorcida, no es más que una evolución de la nostalgia y su inmediatizada cura al alcance. Una amiga me dijo hace poco, que a veces cuando va manejando, o en su trabajo o cuando interactúa con alguien, tiene la constante necesidad (que, por fortuna, sólo practica en su mente) de un Ctrl+z. Se dice, a sí misma: control zeta, control zeta, control zeta. Otra amiga, en su fiesta de cumpleaños, comentó que igual que en Facebook quisiera tener un botón de I like this en la cotidianeidad para evitar emitir una opinión sobre lo que le gusta de la vida y lo que no: así si no pulso el botón de que me gusta, es porque obviamente no me gusta y viceversa. Yo me burlé en ambos casos. En el primero, recordé una frase de Oscar Wilde que dice que la experiencia es una acumulación de errores; con un Ctrl + z, ¿el mundo viviría en un oscurantismo involutivo por la falta de experiencia y la repetición de errores borrados? En el segundo caso dije que no me gustaba la idea del botón porque disfruto decir cuando algo no me gusta y viceversa: ¿dónde queda, entonces, mi criterio y su justificación? ¿Qué pasaría con la retórica y el discurso si ya todo queda implícito por los siglos de los siglos office? Pero esto es solamente un efecto de nuestra generación Marshall McLuhan. Igual que la nostalgia en Google Earth.

Afortunadamente, para la nueva generación de videoastas y para quienes somos diletantes del video y la música, Chris Milk ha realizado un salto cuántico en la linealidad (por más experimentales que éstos sean) de los videos musicales. Fundió letra, música, video, animación e imágenes topográficas en la plataforma de flash con el soporte de Google Earth. Esto (que no es un video, como bien asevera Tom Breihan) convierte el sonido de We used to wait de Arcade Fire en un cúmulo de virtuales sensaciones personalizadas. Sólo se necesita una banda lo suficientemente ancha y utilizar el explorer Google Chrome o Safari para disfrutar de la experiencia (en el caso de Firefox + wireless lejos del módem, el video se inhibirá. También es importante no cerrar la ventana mientras vemos el video pues son distintos pop-ups que inevitablemente pierden su correcto orden).


Milk no ha inventado nada. Los soportes estaban y esta tecnoañoranza es un común denominador en nuestra generación (sobre todo para quienes vivimos lejos, aunque es aplicable también para los románticos melómanos que gustan de recordar ciertos lugares al tiempo que escuchan una canción), pero eso es lo que hace un artista que ordena el caos de la memoria colectiva y la simula para shockearnos personalizadamente. Sólo basta ir a la página de The Wilderness Downtown, introducir la ciudad que nuestro masoquista antojo le quiera poner al sonido de We use to wait de Arcade Fire y esperar a que se cargue para, posteriormente, sólo presionar play. El viaje comienza con alguien vestido en jeans, converse y una sudadera con capucha (oh, my: esto en mí lo personalizó aún más) que corre por la ciudad que elegimos; las sombras de unos pájaros que inexorablemente bajan el vuelo para deslizarse en la topografía de Google Earth de nuestro barrio o ciudad añorada; paneos y zooms al ritmo de la canción para sentir el recorrido (literal) y una página en blanco que nos pide escribirle una nota a quienes solíamos ser para que, posteriormente, los pájaros que nos han acompañado en el viaje, se posen sobre las ramificadas letras de una carta a nuestro pasado. Ñoño, sí pero un ejercicio necesario.

Con apostura puedo sentenciar que The Suburbs de Arcade Fire es el mejor disco que he escuchado en muchísimo tiempo (y considero que es su mejor material hasta ahora). Alguien, en un sitio, mencionó que The Suburbs es el OK Computer de nuestra generación. No sé, creo que es mucho mejor, tomando en cuenta que no soy tan partidaria de Radiohead como lo soy de Arcade Fire. Y no puedo esperar para verlos en menos de seis semanas.

Definitivamente genial de Arcade Fire y excelente por Chris Milk. Alguien tenía que manipular nuestras sensaciones bien encausando la añoranza Google Earth.



[Aquí la rolita para quien nunca la haya escuchado]


Arcade Fire - We Used To Wait by user39221

Monday, August 30, 2010

Penny Sparkle de BRH


Uno de los discos que más me ha marcado como ser humana es el Misery is a butterfly de los Blonde Redhead. Hace algunos años, cuando gracias a una amiga, por primera vez los escuché, quedé súper in love. Lo siento, soy muy auditiva y de Elephant girl dependió mi vida muchos días. Tengo lindos recuerdos de las cosas que ocurrieron mientras disfrutaba de la miseria es una mariposa. Escribí algunas cosas con ese disco como soundtrack. Es probable que tuviera en el entonces una dramática y pasional relación con la vida y los BRH estaban ahí, aderezando mi shakespeareano amor con partículas de sonido. Años más tarde, salió "23". La vida y yo fracasamos nuestra domesticada relación pasional. La rutina del drama se fue agotando, me daba hueva pensar en la complejidad gratuita / drena energía. "23" ocurrió como todas las brisas en las playas del Pacífico sur ese verano: deliciosamente olvidable.


Hoy escucho el Penny Sparkle, leo algunos correos de buenas noticias y viajes e imagino lo que voy a recordar cuando escuche esta canción en el futuro. Buen disco el Penny Sparkle. Un recuerdo del porvenir, aquí a veces.

Monday, August 23, 2010

Dos Heridas


by Chris Diken / Robbie Guertin / Sara Jones

disponible en Printed Matter




Friday, August 20, 2010

Si usted anda este sábado 21 de agosto por la hermosa Tijuana no dude en asistir a...




Lugar: Grafógrafo: Libros y Café.

Día: Sábado 21 de agosto.

Hora: 19:30 hrs.

Dirección: Pasaje Rodríguez, en Av. Revolución entre calles 3ra y 4ta. Tijuana, Mexico.



Janice Lee. Escritora, artista, curadora y editora cuyos principales intereses se encuentran en las relaciones entre la metáfora de consciencia y la teoría neurocientífica.
Parte de su trabajo puede encontrarse en las revistas Big Toe Review, Zafusy, Antennae, Sidebrow, Action, Yes, Joyland, Luvina y Black Warrior Review. Fungió como editora asociada de Les Figues Press y fue co-directora de la hoy extinta publicación de literatura experimental, “Pulp”. Su primer libro, Kerotakis (Dog Horn Publishing, 2010), es una exploración multidisciplinaria que aborda ciborgs, neuronas y cortes de consciencia. Obtuvo la maestría en Escritura Creativa en CalArts y actualmente vive en Los Ángeles en donde es co-curadora de la serie de lecturas feministas, “Mommy, mommy!”, co-editora de la publicación online [out of nothing] y co-fundadora de la organización de artes interdisciplinarias, “Strophe”.

Para leer + sobre el trabajo de Janice Lee puedes accesar a su página dando click aquí.


Para llegar al Grafógrafo y disfrutar de este y otros eventos haz click en la imagen debajo para agrandarla.



WHY ‘FEMINISTS’ NEED TO READ JANICE LEE’S ‘TEXT’

BY MAXI KIM

When Janice Lee asked me to write something about her new book KEROTAKIS (2010 Dog Horn Publishing) my first instinct was to say no. Because quite frankly, I thought, Janice’s brilliant book spoke for itself. But after reading some of the reviews and high praise for KEROTAKIS, I feel compelled to add something to the discussion that might otherwise be lost. In “The Android and The Human,” an essay that Philip K. Dick wrote at the time of his research into “mind-in-becoming”, he remarks: “Cybernetics, a valuable recent scientific discipline, articulated by Norbert Wiener, saw valid comparisons between the behavior of machines and humans – with the view that a study of machines would yield valuable insights into the nature of our own behavior. . . .But suppose the use of this analogy is turned the other way. Suppose – and I don’t believe Wiener anticipated this – suppose a study of ourselves, our own nature, enables us to gain insight into the now extraordinary complex functioning and malfunctioning of mechanical and electronic constructs? . . . Rather than learning about ourselves by studying our constructs, perhaps we should make the attempt to comprehend what our constructs are up to by looking into what we ourselves are up to.” It is precisely against this background that I’d claim that future, yet-to-be becoming feminists... [leer más]

Wednesday, August 11, 2010

Experimental Dental School





+ de X D S





Friday, August 06, 2010

Montañas beyond montañas (extensión 2 o el juego del fuego negado)

A PLK y AOGB y JED

Sometimes i wonder if the world's so small, can we ever get away from the sprawl?
Living in the sprawl [...] Quit these pretentious things and just punch the clock.
[...] I needthe darkness someone please cut the lights.

A.F. Sprawl 2



Decidimos que telepáticamente tendremos una borrachera involutiva. Es decir lo primero no es lo primero y acabaremos en 1999 malfumando un porro y escuchando el one hit wonder de los New Radicals. Finjo que sé que se: mi sudor: el agrio de muchas brown ales; ¡cómo odio la cerveza clara! (y sin embargo): sí, a veces: pero de todas formas. ¡Bah!

Contoneo noventero hacia su oreja y grito un lamento de me gustaría volver a las drogas. You cannot. Salivosa ríe y me felicita por tan peculiar puntada. No bromeo. I mean: I cannot. Imagino una carretera; siempre imanto la verticalidad como la clase baja en un plano cartesiano (la clase: desciende eterno presente: la carencia). Cómplices bailamos nuestra danza ritual de los nacidos bajo el signo chino de un perro: 1982 (ó 1962 que veinteaños no es nada). Nos mascoteamos la mollera que nunca cicatrizó y entonces, generalmente, el percance. Aquel era el bar de los treintañeros exitosos. Los que trabajan en una oficina y no tienen hijos y creen que lo han hecho bien todo y que merecen una cerveza importada: arremangadas las camisas del uniforme de la empresa tal. Y se embriagan y cantan e intentan recordar el estribillo de esa canción de Guns n' Roses cuando (¡uh!) hace mucho del baile ése y alguna vez pensé que mi existencia cambiaría el curso de la humanidad y heme aquí: arremangada la camisa de la empresa tal intentando recordar que lo merezco. Pero bueno. Bueno bueno bueno. Y tal.

Yo prefiero que el mundo una arquitectura nimia y la agorafobia ordenada en tetris: dentro de una caja de zapatos escolares. Hemos hablado mogollón de España y mola. Terminaremos dos semanas después en algún jardín de iluminados y que si la alquimia y el caldo y la alquimia un caldo todoslosdías que no sé qué. Te confieso que la moebius de mi columna me pellizca constantemente la ciática. Tú, anfitriona de un programa de cocina. Un programa de radio mental entre lo cariado de la boca: ¿por qué los dientes? Lo primero no es lo primero. Hace mucho, en 1999 yo pensaba que el mundo acabaría y tú ganabas un premio por tu novela. Con apostura usé muchas drogas en los parques de mi barrio: la gravedad me recordó que estaba sola en un subibaja con el culo dolido de tanto cascajo (de que nada me subiera siempre). Dije que usé muchas drogas porque creí que el mundo acabaría, lo prometió el canal cinco.

Reímos (sí, mucho, muchas veces). Una carcajada cosplay que llega a casa y se desmaquilla el oriente frente al espejo. Agradezco en un speech esponsoreado de muchas y diversas ales. Gracias al mundo esta capacitación en nada. Sabemos, amigas mías, hasta ahora que podemos vivir perfectamente con nada. Siempre.